martes, 13 de julio de 2010

Muere el dueño de los Yankees

Por The Associated Press
NUEVA YORK — George Steinbrenner, quien devolvió a los Yankees de Nueva York a la cima del béisbol a fuerza de dinero y de bravuconerías, falleció hoy, una semana después de cumplir 80 años.
Steinbrenner sufrió un paro cardíaco y fue llevado al St. Joseph’s Hospital de Tampa, Florida, donde murió a aproximadamente las 6.30 a.m., según le dijo un allegado a la AP. El informante pidió no ser identificado porque el club todavía no había hecho un anuncio formal.
Se hizo famoso por sus peleas. Se enemistó con Yogi Berra, gloria yanqui, y despidió dos veces al irascible mánager Billy Martin. A medida que su salud declinaba, cedió el control del equipo a sus hijos Hal y Hank.
Steinbrenner estaba delicado de salud desde hacía años y realizaba pocas presentaciones públicas. Visitó solo cuatro veces el nuevo estadio de los Yankees, inaugurado en el 2009.
“Era una persona muy sensible”, declaró Hal Steinbrenner, quien sucedió a su padre como gerente general del equipo.
Con su blazer azul y su jersey de cuello alto, fue sinónimo de éxito empresarial.
Hasta el final exigió títulos y dejó ir al popular mánager Joe Torre en el 2008 tras una derrota en la primera ronda de los playoffs.
El equipo respondió el año pasado ganando el campeonato.
Su deceso se produjo dos días después del de otra figura legendaria de los Yankees. El domingo murió Bob Sheppard, locutor de los Yankees desde 1951 hasta el 2007. Tenía 99 años.
Cuando Steinbrenner encabezó un grupo empresarial que adquirió el equipo en enero de 1973, prometió que los nuevos propietarios no se involucrarían demasiado en el manejo del equipo. Pero no fue así.
Durante más de 30 años Steinbrenner hizo honor a su apodo de “El Jefe”, dirigiendo el club con mano de hierro. Bajo su gestión, el equipo ganó siete series mundiales y once veces la Liga Americana.
Tuvo peleas constantes con Berra por más de una década y pagó para que le encontrasen trapitos sucios a Dave Winfield, a quien denostó públicamente, diciendo que se achicaba en los momentos decisivos.
Si bien la gustaba transmitir una imagen de firmeza, tenía su lado humorístico. Condujo una vez el programa cómico “Saturday Night Live”, payaseó con Martin en una publicidad y se doblaba de la risa al ver la imitación que hacían de él en la comedia “Seinfeld”.
Donó millones de dólares a obras de caridad, a menudo a condición de que no se diese a conocer su aporte.
Bajo su conducción, el valor de los Yankees se multiplicó 100 veces en relación con los $8.7 millones que su grupo pagó en 1973. Gastó dinero con libertad, invirtiendo fortunas en figuras como Derek Jeter, Reggie Jackson, Alex Rodríguez, Torre y otros, en la esperanza de sumar otro título.
“Ganar es lo más importante en mi vida, después de respirar”, le gustaba decir. “Primero respirar, luego ganar”.
Steinbrenner estuvo interesado en otros deportes también. Fue asistente del técnico en fútbol estadounidense con las universidades de Northwestern y de Purdue en la década de 1950 e integró un grupo que compró a los Cleveland Pipers de la Liga Americana de Béisbol en los años 60.
Fue vicepresidente del Comité Olímpico Estadounidense entre 1989-96 e inscribió seis caballos en el Derby de Kentucky Derby, sin ganarlo nunca.
Su nombre, no obstante, estará asociado para siempre con los Yankees.
La afición aplaudió su estilo y su empeño en ganar a cualquier costo. Sus detractores le echan en cara que desató una escalada de salarios y acabó con el equilibrio competitivo en el béisbol.
Nunca dirigió un partido, como hizo una vez Ted Turner cuando era propietario de los Bravos de Atlante. Pero controló todo lo demás. Una vez le pareció que había demasiados autos en la playa de estacionamiento del estadio y fue con un empleado y controló personalmente las credenciales de cada conductor, para asegurarse de que tenía el permiso correspondiente.
Jamás se disculpó por su estilo avasallador, que le costó varios sinsabores.
Fue suspendido dos veces por períodos prolongados. En una ocasión lo inhabilitaron por dos años y medio por pagarle a un individuo para que le buscase trapitos sucios a Winfield. En otra, lo suspendieron 15 meses tras declararse culpable de haber hecho contribuciones ilegales a políticos durante la era de Watergate.
“No siempre hice las cosas bien y no siempre tuve éxito, pero lo intenté”, declaró Steinbrenner en el 2005.