Hay quien llegue a justificar estas actitudes, como si de verdad existiese alguna razón objetiva para creer que esto es lo adecuado.
¿Dónde quedó la cordura? ¿Desde cuándo la diversión cuenta con estos elementos y porque un lugar de tanta popularidad amerita de aceptar escenas tan cuestionadas?
Por eso viendo estas acciones solo queda pensar que además de ser criticados, deben ser aconsejados. Son personas con gran dedicación y con una inversión económica que no pueden arriesgar.
El público disfruta de lo que hacen. Pero sobre todo, parece más que demostrado que deben ser el fruto de traumas convertidos en patología, pues esa morbosidad no responde al comportamiento de una mente sana.
Tanto los propietarios como los animadores del evento tienen que presentar disculpas y superar esta mala experiencia que hoy marca su trayectoria.