sábado, 1 de diciembre de 2012

Esta Si Que Es Un hISTORIA Hermosa.


Santo Domingo-Con 21 años de edad, viviendo de lo poco que consigue, haciendo mandados y una variedad de trabajos informales, Vladimir, quien ya terminó el bachillerato, aspira estudiar mecatrónica y convertirse en un artista popular. Ya tiene decenas de canciones escritas.
No reconoce a otra madre que a la doctora Solange Soto, dice, quien es la encargada de la Unidad de Atención Integral para Niños y Adolescentes con VIH/sida del hospital Robert Reid Cabral, con quien se trata médicamente desde los seis años, cuando fue llevado por primera vez a su cuidado. Vivía entonces en el Hogar Mary Loly, y luego pasó a la Casa Rosada, que alberga a niños sin padres que viven con VIH/Sida.
A pesar de ser mayor de edad, continúa acudiendo allí en busca de tratamiento y seguimiento de su condición de salud. La doctora Soto lo asumió desde aquel momento, en el 2001, como un paciente especial. Le llamaba mucho la atención que desde muy pequeño, cuando ella llegaba al centro, él le besaba la mano y se arrodillaba.
La vida de este joven no ha sido fácil, pero tiene una sonrisa esperanzadora y expresiones de una persona con mucha madurez. Dice que después que creció no se ha sentido discriminado, porque decidió darle a conocer su condición de persona que vive con el virus del sida, a quien él elija, no a cualquier persona.
Vladimir cuenta, a veces con voz resignada, y otras, con cierto toque de indiferencia, que vivía con sus abuelos; y cuando alcanzó los seis años un profesor descubrió que era maltratado. Durante los estudios que le fueron practicados se descubrió que tenía el virus del sida.
Vivió pocos días en casa del profesor y luego fue trasladado al Hogar Mary Loly, que entonces acogía a niños que vivían con esa condición. “En principio no quería entrar, pero recuerdo que después todo cambió, porque empecé a recibir un amor que nunca vi en mi casa”.
En 2005 lo enviaron a vivir a la Casa Rosada, un centro construido para acoger esos niños, y fue en ese año la única vez que recibió una visita de su madre, quien, según dijo, lloró, pero nunca más volvió a interesarse por él. “Por eso yo digo que fueron lágrimas de cocodrilo”, agrega.
Vladimir dice que cuando llegó a los primeros años de la adolescencia sintió gran deseo de volver al seno familiar, en Bonao, por lo que convenció a las autoridades de Casa Rosada de que le ayudaran a encontrar la casa de su abuela. Cuenta que pese de que salió tan pequeño, guió al personal del centro que le acompañaba hasta el hogar, pero ahí sufrió una gran decepción.
“Mi abuela no me reconoció. Cuando las personas que me acompañaban le preguntaron si me conocía, no supo decir quién era yo, porque ella tampoco me había visitado”. Volvió entonces a Casa Rosada. Luego de unos años abandonó el centro, se fue a vivir a casa de un amigo, que también había estado en el centro de acogida, y desde entonces ha estado jugando a vivir. Aunque a veces se ha descuidado con el tratamiento que debe llevar permanente, dada su condición, siempre acude en busca de atención donde la doctora Soto.
En 2010, con la ayuda del centro de atención, Vladimir logró sacar su acta de nacimiento, y ahora aspira recibir ayuda para estudiar Mecatrónica en el Instituto Tecnológico de las Américas (Itla). Dice que no sabe cómo lo hará, porque es una carrera cara y a él se le dificultaría conseguir hasta el pasaje. “Ese ha sido mi sueño desde pequeño, siempre me veía como un científico cuando fuera grande”.
Vive en Los Alcarrizos en un cuarto alquilado. Para sobrevivir hace diferentes oficios. “He trabajado en almacenes, sé un poco de computadora y hago cualquier cosa para que me paguen algo, en los barrios siempre aparece algo que hacer”.
CancionesEste joven sobreviviente que escribe canciones desde hace 10 años, y para que se las corrijan, acude donde la doctora Soto, quien incluso tararea algunas de ellas, sobre todo una que escribió a su madre, donde, con ritmo urbano, le pregunta por qué lo abandonó si él no tiene la culpa de haber nacido con esa condición. Tras los años se detectó que ella también es seropositiva.
“Escribo de todo, variado, bachata, salsa, urbano, incluso una vez canté en la televisión durante una actividad que hizo Copresida”, dato que fue confirmado por la doctora Soto, quien escucha con atención todo lo que el joven dice.
Mientras pasa la mano por su estrujada camiseta y mira su remendado pantalón, dice que cree que si hubiese tenido una familia, su vida sería diferente, pero destaca que siempre ha tenido la ayuda de la doctora Soto, quien para él es su única madre.
Centro de AtenciónVladimir fue entrevistado mientras se encontraba buscando el tratamiento, que debe llevar de por vida, en el Centro de Atención Integral para Niños y Adolescentes con VIH del hospital Infantil Robert Reid Cabral, donde se sigue atendiendo.
El centro, dirigido desde sus inicios por la doctora Soto, abrió sus puertas en 1985, pero adquirió carácter de servicio en el 2004. Actualmente cuenta con 443 pacientes, de los cuales 31 son de seguimiento, porque aún no requieren de medicamentos antirretrovirales, y 404 están en terapia. Casi todos los niños y adolescentes que se atienden allí van a la escuela e incluso entre 10 y 12 pacientes están en la universidad.
LOS TRATAMIENTOS QUE PROLONGAN LA VIDALa doctora Soto dice que fruto de los tratamientos, la sobrevida de los niños y adolescentes que viven con el virus del Sida es larga, y prácticamente ya no se registran fallecimientos, a excepción de aquellos niños que son diagnosticados tardíamente. Antes, el 20 por ciento de los niños que nacían con VIH fallecían antes de llegar a los cinco años.
 Las medicinas aumentan su defensa y disminuyen el virus en la sangre, pero asegura la doctora Soto, que le preocupa que cuando el niño llega a la adolescencia, por lo general se cansa y descuida el tratamiento, a menos que no tenga una familia muy vinculada a su caso. “Cuando ellos llegan a los 12 y 13 años empiezan a cansarse y a fallar en el tratamiento, por lo que la familia es fundamental para que sigan adelante”, afirma Soto, una médico entregada por años a la atención de niños con VIH. 
Otra dificultad que señala la especialista es que la mayoría de esos niños que viven con VIH no han sido declarados, por lo que no tienen actas de nacimiento. Además tampoco son cubiertos por el Sistema Dominicano de Seguridad Social, ya que las aseguradoras no los acogen a menos que no sean dependientes de uno de los padres, y en la mayoría de los casos se trata de infantes huérfanos.fuente/Doris Pantaleón