martes, 24 de agosto de 2010

El periodista asesino

Gira a la izquierda, luego a la derecha. El automóvil atraviesa las calles de Kiecvo en zigzag, como si bajara por una escalera interminable. «Aquí giró a la izquierda, y aquí a la derecha», me explica Saša Dukosi, un veterano periodista de la radio y televisión macedonias que hoy se ha convertido en mi guía turístico por una ruta macabra. «Y éste es el jardín de infantes junto al cual encontraron su celular -prosigue-. Una mujer lo oyó sonar entre el pasto y contestó. "¿Quién es usted?", le preguntó una voz, y ella le explicó las circunstancias. Le pidieron que los esperara allí mismo; iban a enviar una patrulla policial». Izquierda, derecha. Seguimos el recorrido que el asesino hacía desde su hogar en el pueblo hasta su apartada casa de campo, a cinco kilómetros de distancia. Incluso nuestro automóvil es idéntico al suyo: un Opel Astra blanco. Hacemos un giro final a la izquierda y llegamos a la carretera que sale del pueblo. Más allá se distinguen las oscuras sombras de las montañas circundantes, mientras unas nubes amenazan con empapar el valle. Dejamos la carretera a la altura de un letrero descolorido que indica la distancia hasta el pueblo de Karbunica. Dukosi toma una curva cerrada que desemboca en un camino de tierra. Unos cientos de metros más allá, detiene el vehículo y apaga el motor. Silencio. Polvo.
-Éste es el lugar -dice y señala-. Mira, allá.
En la distancia, enclavada bajo la sombra de varios nogales, está la destartalada casa de campo. Tiene dos pisos y techo de tejas rojas. La sombra espesa de los ciruelos y nogales mantiene fresco el patio, incluso a mediodía.

Así que éste es el lugar.


Sobre una elevada meseta en la zona occidental de Macedonia, a solo unos kilómetros al este de la frontera con Albania, en el sur tercermundista de Europa (ex Yugoslavia), el pueblo de Kičevo espera. Espera a los autobuses que se dirigen al norte, a la capital Skopie; espera a los autobuses que van al sur, a los encantadores centros turísticos de lago Ohrid. Espera en vano. Los viajeros pasan a través de Kičevo, no se detienen. No hay razón para hacerlo. Kičevo es un pueblo provinciano poco importante. Rara vez es mencionado en la televisión macedonia; en las guías turísticas ocupa apenas media página. Parece un lugar extraño para un periodista ambicioso en busca de noticias emocionantes. Pero para Vlado Taneski -un empleado de Nova Makedonija (Nueva Macedonia), el diario nacional de mayor circulación en la capital Skopje, y tres veces ganador del premio nacional al mejor artículo de prensa- Kičevo y sus pintorescos alrededores congeniaban con su espíritu romántico.


Extrañaba el ritmo idílico de la vida provinciana. Bajo titulares como «Retratos de vida» y «Retratos sin marco», escribía largos panegíricos ensayísticos al campo macedonio, donde pastores y labriegos trabajaban en escenarios bucólicos. «El sudor les quemaba los ojos, tenían los rostros sonrojados como los de jóvenes novias -escribió Taneski-, y sus manos robustas de palmas anchas parecían ramas de roble». La columna vertebral de su prosa se doblaba bajo el peso de una ambición literaria no satisfecha.


Aunque había emoción genuina, incluso talento, sus escritos a menudo desembocaban en un patetismo afectado por clichés. Sus artículos destilaban un ansia por la época anterior a la desintegración de Yugoslavia, y llegó a ver el capitalismo como una incursión letal en su país, nuevas formas de sofocar lo antiguo. Incluso sus métodos eran conservadores: aún trabajaba en una máquina de escribir y dictaba sus notas por teléfono en lugar de enviarlas por fax. No sorprende entonces que prefiriera entrevistar a ancianos para sus notas ensayísticas, antes que informar sobre las aburridas noticias del día a día. Pero cuando las ancianas de Kičevo empezaron a desaparecer, a Taneski se le presentó la oportunidad de unir sus ideas sobre la decadente cultura de Macedonia con una novela policíaca por entregas. Parecía una historia que él estaba destinado a escribir.


En noviembre del 2004, Mitra Simjanoska, una guardiana jubilada de sesenta y un años -y considerada como una «mujer de moral relajada»-, de-sapareció. Quizá un amante celoso había perdido los estribos. Quizá estaba huyendo de alguien. Las teorías proliferaron, pero ninguna fue confirmada. Hasta que el 12 de enero del 2005 un reciclador de chatarra que revisaba el lugar de construcción abandonado de una instalación deportiva en los límites del pueblo encontró un cuerpo desnudo que habían arrojado a un agujero poco profundo.fuente//msn